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Ansiedad global

Vivimos a ritmo del ahora mismo, lo seguimos hasta la frustración y eso nos pasa a todos, hay un sentido de inmediatez global que nos lleva a una prisa global, todos vamos atareados en quimeras a corto plazo. Quizás nos falta un rumbo a largo plazo que facilite el día a día… ¿Estamos preparados para trazarlo? El Nobel de la Paz de este año para Barack Obama es un ejemplo del cambio de ritmo al que estamos sometidos. Se le concede cuando aún no ha hecho más que expresar nuevos propósitos, muy loables, pero sin superar casi los 100 primeros días de mandato. Sus objetivos sólo han sido esbozados y, a estas alturas, es todavía el responsable de un espacio sin derechos como es Guantánamo, una vulneración flagrante de nuestras íntimas convenciones humanas. Vivimos sometidos a una inmediatez donde el largo plazo parece olvidado, un concepto muerte por pesado y esto tiene efectos sobre nuestras sociedades: angustia, pérdida de capacidad de esfuerzo y sacrificio y olvido del pasado más reciente.

Siguiendo con el Sr. Obama, la noble Academia justifica que se trata de un gesto de ayuda para la tarea a realizar de dicho señor. ¿Pero a un escritor le darán el Nobel por haber escrito la primera página de un libro, por más que haya predicado las excelencias?

Buscando un supuesto mejor futuro se yerra en caer en la prisa vertiginosa, dejando de lado el proceso de la idea, el diseño, la programación, la ejecución y el resultado. Pasamos de la idea al resultado en nanosegundos y si no obtenemos rápidamente lo que hemos anhelado, cambiamos de deseo o nos entregamos a la queja autocompasiva, como un niño con el juguete roto. O quizás peor aún, rompemos el pacto social y obramos con mala fe o caemos incluso en la corrupción. Esta no es fruto de la crisis, es la causa, porque rompe todo un sistema de valores acordados y genera desconfianza en el sistema.

Nuestras sociedades entregadas a una tecnología que tanto nos pone al alcance casi toda la sabiduría humana como toda su estupidez (internet), tienen la obligación de reintegrar a sus valores básicos el concepto de autocrítica, de búsqueda de un conocimiento más allá de lo que nos proporciona placer instantáneo, un mundo global virtual no debe estar reñido con un mundo íntimo personal donde el esfuerzo continuado lleva a la construcción de una personalidad, por cierto concepto perdurable en el tiempo. No podemos convertirnos en dioses caprichosos pegados al «cortar y pegar» de otros.

ANTONI BOU MIAS – ECONOMISTA
  Artículo publicado en EL PUNT AVUI (17/12/2009)