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Así no

Una parte de catalanes nos sentimos olvidados y despreciados, el sentimiento de tristeza e impotencia lucha por imponerse al de la ilusión del día a día, aquel tan nuestro que hacer, de construir. Qué fácil sería contar los de un lado y el otro y ser consecuentes. Pero no caigamos en esta trampa, las ideas y los proyectos deben defender y es legítimo hacerlo.

La utilización de la prisión preventiva por parte de la judicatura española ha ayudado a crear este sentimiento. Estamos delante de un castigo antes del juicio que incluso lo puede pervertir. ¿Encarcelar preventivamente una persona no crea una sensación de culpabilidad contraria al principio de presunción de inocencia?

Eres quien eres, piensas como piensas y eso incomoda. Antes de la razón se utiliza la fuerza, y el diálogo queda suplido por la imposición, semilla de más conflicto. Pero no sólo tenemos presos políticos maltratados, el caso de Sandro Rosell clama también el cielo. Nueve meses en la cárcel con unas medidas cautelares que sólo pueden implicar ruina moral y económica. Yo diría que es un caso inédito por su duración y por el hecho de que la presunta víctima dice que no está afectada.

Me considero amigo de Sandro y aquí no quiero defender su inocencia, esto es cosa de él. Defiendo su dignidad y su derecho a una defensa con todas las garantías, lo que ahora no se da.

Llama la atención el hecho de que una persona con contactos internacionales lo tenga más magro que otra para eludir la prisión preventiva, ¿tal vez los estudiantes de Erasmus lo tendrán peor por tener amigos en todo?

Vea Sandro es catalán y ex-presidente del Barça, compare su caso con otros cercanos al poder central: corruptela pepoide, negocios florentinos, partidas de Villar, negocios irreales… Quizás soy mal pensado, pero hace pensar.

La justicia preventiva no puede ser utilizada para afectar a los derechos más elementales del ciudadano. Es un tema delicado. A un inocente nada le devolverá el tiempo perdido, ni la dignidad dañada por el inevitable juicio paralelo que hace la sociedad. Castigar sí, pero cuando toca, no nos podemos permitir hacerlo antes: nos llamamos sociedad civilizada.

ANTONI BOU MIAS – ECONOMISTA
  Artículo publicado en L’ESPORTIU DE CATALUNYA (07/03/2018)