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Decálogo de un catalán 2.0

La versión 1.x de catalanet me ha durado unos 50 años, era bastante conservadora y algo conformista con pequeños retoques puntuales de arrebato. Pero analizando la situación actual he decidido hacer un ‘reset’. Diez razones personales, y transferibles, son las que han influido definitivamente en el cambio de versión.

1.- Estoy cansado de justificarme siempre; sencillamente hablo otra lengua, ¿y qué? Cuando mis padres, yo infante, me hablaban en catalán no era en contra de nadie. Con el tiempo también he descubierto una historia propia que me habían escondido con oscuros motivos uniformadores.

2.- Percibo que tengo unos valores como el del esfuerzo y el sacrificio que no están compartidos, más bien son explotados en beneficio de otros territorios que además son poco agradecidos. La corrupción del término solidaridad en España es tan evidente que se están replanteando, una vez más, como hacer públicas las balanzas fiscales para demostrar lo que es indemostrable.

3.- No tengo miedo. Argumentarios tan pobres y miserables como el del miedo a todo tener ahora un efecto contrario, sobre todo si, analizado el argumento, resulta finalmente manipulado. El sol sale cada día para todos y no necesita permiso, y si está nublado y llueve ya esparcirá.

4.- Que sea legal no significa que sea lo más justo. Afortunadamente, las cosas cambian y se adaptan con el paso del tiempo. Más bien el Estado español ha sido especialista en ciertos ámbitos en leyes de puesta a cero y amnistías (fiscales, por ejemplo).

5.- La democracia debe respetar las minorías y no utilizar las mayorías como una apisonadora uniformadora. La mentalidad española tiene poco hombro democrático, tiende al pensamiento único y cree que un pacto es una derrota. A mí, contrariamente, me gusta dialogar y pactar cuando es necesario.

6.- La modernidad y el gusto por la innovación han pasado siempre de puntillas por España. Históricamente siempre pierden oportunidades: la ilustración, la revolución industrial y la transición son ejemplo.

7.- La Europa que tienen en mente es diferente a la mía, ellos la tienen como una teta para continuar exprimiendo y yo como un espacio donde acabar de construir un nuevo contrato social entre sus pueblos.

8.- Me he encontrado en un estado donde ningún catalán antes que yo ha votado para estar y tampoco me dejan votar para decidir si me quedo o no. Sospechosa democracia.

9.- Tengo una ilusión renovada para participar y debatir en un proceso de creación de un nuevo estado.

10.- Cambiar hacia una Cataluña estado es un sentimiento arraigado despacio pero, precisamente por esta larga maduración, no tiene camino de retorno.

Hay que decir que la nueva versión lleva incorporada una dosis notable de paciencia y de capacidad de diálogo, en este último caso también hay un detector de sinceridad para distinguir entre lo que es honesto y los fuegos de artificio.

ANTONI BOU MIAS – ECONOMISTA
  Artículo publicado en EL PUNT AVUI (07/06/2014)